Cataluña: Puesto en marcha un proyecto para estudiar los malos olores en Tarragona
Los polémicos episodios de malos olores denunciados de forma periódica por los vecinos en Tarragona, especialmente junto a la petroquímica y el puerto, tendrán al fin una respuesta objetiva de base científica.
Tras abortarse el ambicioso proyecto de nariz electrónica, para detectar las pestilencias y sus orígenes, el Centre Tecnològic de la Química de Catalunya (CTQC), con la implicación de ocho Ayuntamientos, las empresas químicas y el puerto, ha puesto en marcha un sistema pionero que une a la última tecnología en medición de olores la capacidad olfativa sobre el terreno de 150 voluntarios. "El mejor sistema para detectar un olor es la nariz", dice el doctor Pablo Ramos.
Esta red de olfateadores, de detectives de malos olores, se ha repartido estratégicamente por los municipios más afectados. Los voluntarios no se conocen y actúan de forma anónima, conectados a través de una aplicación móvil (Nasapp) que permite intervenir a tiempo real a los técnicos que supervisan el sistema para monitorizar los malos olores. El plan, sin precedentes en España, es fruto de cuatro años de trabajo previo. El problema, incómodo para los actores implicados, se había convertido en eterna asignatura pendiente en Tarragona.
"Los voluntarios son la parte más importante. El sistema pretende objetivar una molestia ciudadana, dar una cantidad y poder hacer un seguimiento con un método científico", destaca Maria Mas, presidenta del CTQC.
El perfil de los olfateadores es diverso, con estudiantes, amas de casa, jubilados o maestros. Todos se han formado antes para poder diferenciar entre una amalgama de olores. Más de la mitad del presupuesto para los próximos tres años, de 370.000 euros, se destinará a la medición de las molestias recogidas por la red de informadores. La captación de voluntarios sigue abierta.
La geolocalización de los olfateadores permitirá enviar en un máximo de 15 minutos a los técnicos, equipados con aparatos de olfatometría de alta precisión; se toman muestras que después se analizan en el laboratorio químico para cuantificar el olor, cogiendo como referencia los límites europeos, y se pueden identificar en el aire hasta 86 compuestos orgánicos volátiles. "Se puede detectar el origen, el tipo de olor, su riesgo y poner los medios para corregirlo de forma bastante inmediata", destaca Ignasi Cañagueral, responsable de seguridad de los parques químicos.
El sistema permite también una actuación preventiva con la ayuda del denominado mapa de molestia ciudadana, con los barrios y zonas residenciales más afectadas. "Podemos detectar las condiciones previas que pueden derivar en una situación de malos olores", destaca Ramos.
La Generalitat se ha implicado en el proceso. "Los olores provocan molestias, el sistema servirá para mejorar las condiciones de vida de los habitantes con información contrastada en base a hechos reales; es un acto de responsabilidad colectiva", destaca Joaquim Nin, delegado del Govern en Tarragona.
El proyecto se puso en marcha después de que en 2009 se produjeran constantes episodios de malos olores, con un alud de quejas vecinales; algunos meses hubo más de 250 llamadas al 112 para denunciar pestilencias procedentes la mayoría de la petroquímica, el puerto y el polígono industrial de Constantí. Un estudio de la UPC asoció en 2010 los malos olores denunciados en El Morell, Constantí y la Canonja, junto a la petroquímica, con la toxicidad al detectar la presencia de compuestos nocivos. La situación ha mejorado, pero los malos olores siguen preocupando.
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